#TodasQuierenserRickyMartin
Ya pasada la
noticia de que Nelson Mauri se reconociera a sí mismo como homosexual; los
medios de comunicación se encargaron de reprochar a quienes se burlaron de la
poca sorpresiva confesión del ex bailarín, manifestando que cómo activistas de
la diversidad sexual que luchan por la igualdad se ríen del valiente jovencito
recién salido de la comodidad de su clóset. La confesión de Nelson, lejos de ser “un lindo gesto de confianza y
comodidad” como el mismo expresó, esconde un trasfondo social que pone en jaque
las banderas de la igualdad.
Si bien
marchamos, no lo hacemos como el Movilh, MUMs, Iguales y Acción Gay que marchan
por una igualdad a secas, una igualdad que aspira a ser heterosexual que
suprime las diferencias. Nosotrxs marchamos por derribar el sistema
patriarcal, que oprime en conjunto a
mujeres y a no-heterosexuales, por derribar el capitalismo que nos separa en
clases; porque no concebimos tal igualdad,
porque nuestras condiciones son diferentes; porque ellos son hombres homosexuales bien
machitos, híper masculinizados, heterosexsualizados y aburguesados, que luchan
por encajar y ser aceptados en un
sistema que no funciona para nosotrxs. Ya basta del discursillo de la igualdad, reivindiquemos nuestras
diferencias, pues tenemos necesidades y condiciones de vida diferentes; hoy
necesitamos un discurso que no apele a una igualdad uniformada ni a una
diferencia jerarquizada y paternalista, sino uno que ataque de raíz de los prejuicios
morales ante las distintas formas de relación.
Nelson Mauri y
nosotres tenemos muchas diferencias: que no es sólo la manera de salir de
clóset, muchxs no tenemos ese clóset protector de los prejuicios morales ni
medio de comunicación que nos cuiden el culo; nuestras diferencias varían en
fluorescentes matices, desde el nivel y la forma en cómo vivimos la violencia
de la sociedad machista generada por tener una sexualidad distinta a la heterosexual,
hasta el cómo nos relacionamos y nos desarrollamos como individuos pobres y
marginados, porque mientras él tiene toda la aprobación de gran parte de la
población, nosotrxs somos la escoria mal mirada por nuestros vecinos, somos
golpeadxs e incluso arriesgamos a perder
la vida en cualquier esquina después de un carrete; él puede sostener un techo
y parar la olla usufructuando con su potifrunci sexualidad mientras para
nosotrxs supone una carga mayor, porque mientras para él esto supone un
problema de imagen pública, para nostrxs la problemática es la precarización
del trabajo que nos impacta directamente, con la subcontratación basada en un
código laboral heredada de una dictadura celebrada por viejas cuicas que
golpeaban las ollas, con trabajos que vulneran nuestra identidad y nos obligan
a disfrazarnos. O sea nuestra diferencia es de clase.
Nos reímos del
olvidado farandulero por su ridícula salida del clóset a lo Ricky Martin, no
porque todo quien vea tele supiera ya su sexualidad, sino por lo aplausos y la
calidad de víctima que se autoproclama y le entrega el circo mediático por
ventilar su sexualidad como si fuera algo realmente importante, como si no
fuera una medida populista por parte de él para obtener nuevamente cabida en
los medios de comunicación, los mismos que hacían reportajes de la “sórdida
vida nocturna fleta santiaguina”, los mismos cómplices de la dictadura que nos
encerraron y tildaron de sidosas, e hicieron de nosotras un espectáculo. Nos da
risa , no da arcadas que todas las figuras públicas “gay” sean presentadas como
víctimas de una sexualidad enferma, compadeciéndolos de su triste vida de
colita deseada por sus jefes, nos hace
gracia y nos repugna la hipocresía de los medios compasivos que se lavan el
rostro con la bandera del arcoiris en nombre del progreso.
No somos como Ricky
Martin que puede tener su pareja y arrendar un útero, ni como sus aspirantes a
ser el guapetón icono de una comunidad rosibunda que se cae pedazos por la
acción del capitalismo y del patriarcado, no, nosotrxs no tenemos privilegios
ni medios de comunicación que nos protejan en caso de que nos miren feo o nos
violen en la calle.
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