#TodxshacemosWenaNaty

Prácticas sexuales, entre el morbo y el prejuicio.

Durante la semana, la prensa escrita y la televisión han prendido alarma apocalíptica ante los primeros revolcones del año, ya sean revolcones sueltos o atados, juntos o separados. La prensa en general ha hecho circular distintos casos acerca del sexo en lugares públicos, juzgando prácticas sexuales como la felación (ejemplo: el juicio multimillonario que Naty le interpuso a su ex compañero de aquel entonces por grabarla durante una felación en una plaza que le costó todo el peso de los prejuicios morales heterosexistas de nuestra sociedad) y la penetración (ejemplo: el reportaje de Chilevisión ‘’sexo en el parque forestal después del carrete’’), dejando entrever la desinformación respecto a la sexualidad que hoy afecta a gran parte de la población chilena, convirtiendo una problemática que trata sobre la desigualdad en una polémica mojigata, como las de señoronas aburguesadas del barrio Lastarrias que se horrorizan con tu existir.

El tema se torna delicado cuando entramos a cuestionar el prejuicio social que tiene hoy el follar, la risita morbosa, el alaraqueo de madre superiora, la negación del deseo y del placer de un cuerpo femenino, la ceguera ante una realidad que gime frente nuestras caras. Natalia, la Wena Naty fue violentada por la sociedad sólo por realizar sexo oral, se le acusó a una chiquilla de 16 años de ser indecente, inmoral, mal educada, maraca, “peláh”, inmoral, puta y machismos  varios de quienes balbuceaban discursos moralistas jactándose de ser un buen ciudadano. Naty fue víctima del patriarcado chilensis, ese medio picarón que enmascara la violencia. No fue bien visto que una escolar, una mujer adolescente de hormonas mojadas,  realice sexo oral en público. Su victimario, el patriarcado, le condena por no ser pura como Diosito manda y desafiarlo al follar antes del matrimonio, limitando la sexualidad a la reproducción de mano de obra, negando toda práctica sexual que no involucre el “milagro” de la maternidad. La Naty fue sometida a una lapidación lenta y tortuosa por la sociedad que mira con ojos morbosos el sexo, expulsada de escuelas por voces avinagradas de moralismos, violentada por lenguas calentonas hombrunas, obligada a sentir vergüenza, señalada por ser sexuada, enrostrándole que no tiene donde revolcarse en privado, acusada de realizar mamones en plazas y no en mansiones como la querida Miss Chile.  Fue sentenciada a humillación social perpetua máxima por tener sexo, por atentar contra la buena conducta de todas las chiquillas que ruborizadas recuerdan algún toqueteo entre matorrales. 

En el caso del Parque Forestal, situado en la ladera del río Mapocho, a los medios les sorprende saber la gran concurrencia de jóvenes que van a tener relaciones sexuales, de cuales gran parte quienes visitan el colchón verde son no-heterosexuales. ¿Qué les sorprende a estos iluminados profesionales servidores de medios corruptos? Si los moteles fétidos de heterosexismo permiten entrada sólo a parejas heterosexuales con chauchas en los bolsillos, si no hay espacios donde poder disfrutar del sexo libremente y si no puedes agitarte en tu hogar ante la mirada de familiares que yacen a pocos pasos tuyos ¿No es obvio que optaremos por follar donde podamos?

Hoy nos encontramos totalmente desprotegidos, puesto que no tenemos educación sexual donde se nos explique sin prejuicios, ni morbosidad, de qué se trata, donde podamos descubrir de manera sana la sexualidad, donde se nos expliquen los métodos anticonceptivos, una educación sexual que nos haga empoderarnos de nuestra sexualidad y poder vivirla como se nos dé la gana. La opresión patriarcal ha vulnerado una necesidad básica: satisfacer nuestro deseo sexual.